El macho ibérico.

Recién levantada, enciendo la televisión y aparece Ignacio González en mis quince pulgadas. Y yo comienzo a preguntarme qué he hecho yo para merecer esto. Realmente debería llamar un día de éstos a Ana Rosa y decirle que basta ya de invitar a unas horas harto concurridas, a gente tan sumamente divertida. El otro día Esperanza, que mientras hablaba sonreía, increíble. Hoy Ignacio. Y mañana, qué debo hacer. ¿Levantarme con el traje de los hombres de Harrison por si acaso? ¿Llevar un chubasquero como el de los parques de atracciones, para que todo me resbale? Dice con orgullo que ya son cuatro los hospitales privatizados en Madrid, que no les va nada mal. También dice cosas como que a los clientes, perdón, dije clientes cuando quería decir pacientes clientes, no se han percatado del cambio. No han notado que les atendía un médico de la privada en lugar de la pública y es normal, que yo sepa no hay especialidades por bolsillo. Yo sinceramente no noto si me ponen un termómetro más o menos caro, me figuro que será igual. Ahora la sala de espera de los hospitales parece que va a convertirse en la cola del supermercado y en lugar de preguntar qué artículos lleva usted, señora, tendremos un qué le ocurre mascando un chicle a lo cajera del Día, ojo, sin dejar de ser honrado el empleo. Estas veces que te dejan pasar antes de un carro que se encarga de hacer la compra semanal porque sólo llevas la barra de pan que te ha pedido tu madre con ojos de cordero degollado, será similar, a que un brazo roto o una brecha deje pasar a una apendicitis. Desastroso.
La televisión últimamente no para de decepcionarme. Ayer el final de Dexter que me dejó estropeada de la neurona, más de lo que suelo estarlo y luego ya, las declaraciones del señor Jiménez-Losantos y Sánchez Dragó. El primero decía que claro, que mientras Cristina Cifuentes estaba muriéndose en el hospital de la sanidad pública- qué ironías, ¿Eh?- una panda de médicos de izquierdas se manifestaban. Yo, Federico, tendría cuidado. Es decir, cuidado con los médicos de izquierdas que no sabemos qué van a hacernos. Hasta ayer no sabía que la medicina tenía ideologías, pensaba que simplemente se trataba de ayudar y salvar la vida de las personas, pero oye chico, que llevas razón, que a lo mejor sales del quirófano con los puntos en forma de la cara de la flor y el puño del PSOE o algo peor, cantando la Internacional. Sucede hasta en las mejores familias. mi abuela por ejemplo hubo un tiempo que oye, cada vez que ponía la televisión Felipe González la convencía. Hay que ver, ¿Eh? Federico… estos rojillos protestando en contra de la privatización pública en un hospital no menos público… seguro que hicieron trampa en el juramento hipocrático y que algún compañero tuyo se ha colado entre sus líneas para proporcionarte información de primera mano. Un momento, que me están llamando…
– ¿Sí digame?
-…
– Sí, soy yo. Yo misma.
-…
-¿Con quién? ¿Con Federico? Sí, ahora mismo le paso don Fernando.

¡Váyase usted a la mierda hombre!

El Papa Francisco. Esperemos que no vaya a durarnos tan poco como las malas lenguas dicen por ahí, rogaría que alguien revisase el cáterin de vez en cuando. Para Sánchez Dragó resulta que ahora tenemos un Papa »cochambroso», cito textualmente. Un Papa cutre, pretencioso, capa de pensar que Dios, en su máximo poder, ha podido fijar sus ojos en él, para llevar a cabo el plan que tiene para los hombres, en lugar de fijarse en otras tantas personas que viven en el mundo o en las preciosas señoritas que en el desfilan. ¿Otra vez don Fernando? ¿Otra vez? Está bien.

Yo pido, pido y re-pido desde mi humilde teclado que vuelvan todos esos hombres que al pronunciar su nombre se nos llenaba el alma de no orgullo, sino una honda satisfacción al saber que no por estar al servicio de nadie iban a pensar, ya no digo profundizar, pido pensar por todos, en todo y para todos. Qué es esto. ¿En qué nos hemos convertido? La educación era uno de los pilares fundamentales de la sociedad y está pudriéndose en algún corazón de un niño, que lo que no arregla la educación va a tener mal arreglo les digo yo ahora. Ya no está Giner, ni Unamuno ni don Antonio Machado. Pero viven en nosotros, en todos los que creemos en la recuperación de España, del macho ibérico y que decimos NO a la tortilla de patatas.

Y si es verdad, como dijo Whitman, que en el hombre habita una multitud, Francisco, obre el milagro. Fernando le manda un saludo, afectuoso me dice.

Ricardo Cavolo

Se trata de una ilustración de Ricardo Cavolo, uno de mis favoritos.

Andrea.

Sí, algo más sosegada al fin.

Eva, preciosa, mil felicidades.

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