«Fútbol y futurismo, sui generis génesis».

A Víctor, Vade Retro o 3, que me entiende y hace fav’s a personajes triangulares y se fía .

En los bonitos mil novecientos y poco, se estrenaron nuevas sendas que según un tal Borges, se bifurcaron. Europa se rindió ante el caos artístico que era no obstante, tremendamente atractivo. Crear un cuadro con tan sólo una pincelada y decir que ese trazo negro informe – un pegote de los de toda la vida – venía a decirnos que el hombre es un lobo para el hombre y que la causa de la decadencia de occidente en pos del sóngoro cosongo de Guillén, se debía principalmente al tedio con el que caían las motas de ceniza de los largos cigarros de la belle époque. ¿Que había intrigas palaciegas? ¿Y quién no? La muerte del archiduque fue un cotillón que ni en Nochevieja, desencadenando la primera guerra mundial, recordemos hasta el diecisiete. El caso es que entre todo ese follón de individualismo extremo supeditado a unas pocas mentes privilegiadas y creadoras de corrientes/ movimientos, armas, líderes políticos frustrados desde el bautismo como Benito, o desde la cuna del saber, como Hitler y su denegación de ingreso en la academia de Bellas Artes y poemas que no se sabía muy bien qué venían a decirnos, pinturas desapercibidas por lo extraño, médicos que te dicen que desde tu más tierna infancia quisiste acostarte con tu madre y filósofos que escupen: Dios ha muerto, por ello emplear minúscula, dios ha muerto aparecerá La Vanguardia.

¿Para qué nos interesa todo esta parrafada semi-histórica ficto-real? Bien, pues cómo no. Para hablar de España.

El señor Ramón Gómez de la Serna, excéntrico manifestado, uno de los primeros vanguardistas españoles y demiurgo de espacios privilegiados para el sueño incitado… esperen… lo que quiero decir es que este señor agrupó a un conjunto de jóvenes entusiastas creadores para configurar la literatura que se estaba preparando en ese momento y que radicalizaría el panorama olvidando la Regente. El sueño viene porque parece ser que en este café, El Pombo, solía haber bastante aforo puesto que este señor, anteriormente citado, sus greguerías y su ego eran demasiado como para permitir que otros jóvenes proclamasen la asunción de una nueva forma de amar, un conocimiento reflexivo sobre el otro, esculpido en palabras feas y horrendas con posos de la tradición lírica. Siempre resulta aburrido escuchar a alguien que se está escuchando también así mismo. El hombre es una voz, dice, a lo que se contradice el resto de la gente y según Whitman, es todas y es una.

¿Don Ramón? Bien, tus pupilas son como estrellas que no cantan ni dispersan (por ejemplo), tradujo un manifiesto que el españolito de a pie desconoce, en cuanto a significación o repercusión de timbales psicológicos concierne, aunque también la presunción de existencia se haya algo ausente. En estos años relatados, un tal Marinetti se buscaba los garbanzos en Italia, proclamando la abolición del claro de luna romántico, al más puro estilo Chopin o George Sand, y promoviendo una literatura que se basara en el dinamismo de los poemas y en la búsqueda de figuras que se pongan en marcha al empezar a componer como locomotoras perfectas, haciendo que lector oliera el humo que despidiera las chimeneas del primer convoy y saborease el metal burdo de las paredes oxidadas con destino a: Tabaco’s don Giovanni o Marlboro. Todo lo moderno cobró una importancia vital, lo estridente, las bobillas, la tecnoogía, el marchar hacia delante, el marchar hacia delante, el seguir, marchando hacia adelante, sin detenerse, como ecos de los pasos de un batallón de artillería, había que crear versos con el hedor que despedían los rifles y pistolas, teníamos que quitarnos con la lengua la pólvora, tragárnosla, digerirla y generar un gran hombre perfecto cuyo puño se alzase en el cielo convirtiéndose en dios y señor del universo, esto es, el saludo fascista que adoptó Serrano Súñer junto a formas de vestir, comportamientos cultura y educación para el gobierno dicatorial, que ¡ay¡ señor, tuvimos que soportar durante cuarenta años, que se dice pronto. El fascismo a saber principalmente el italiano, el alemán y el español tomaron, o sea, tergiversaron una propuesta de hacer »realidad» otra »realidad» siendo esta última la tangible, y la primera la del papel. No estuvo bien, he de decir. Para no quedarse al margen el buen Marinetti se volvería fascista, para otros, que no yo, un mismísimo hijo de su mamá o dicho de otro modo para la Logse, »su ideología sería cercana a los postulados base del movimiento nacional-socialista».

En España tuvo poco eco. Rafael Alberti compuso un madrigal a las maravillas del Metro, el mandibulón de Pedro Salinas, incisivo, dentaloide, pusilánime, escribió a la bombilla y a la máquina de escribir, y volvemos con Alberti. Por qué, Rafael, ¿por qué escribiste un poema a un portero de fútbol? Por qué prostituir a la literatura, para qué engañarla y decirla que hable de músculos, de precisión fuerza y honor, de sentimiento de equipo para un auditorio en el que es sembrar algo y se convierte en cultivo principal como el trigo?

Se fusilaron a las oscuras golondrinas de Bécquer, Dalí escribió un catálogo sobre veintiocho cosas antiguas que deben desaparecer, entre ellas los edificios de más de veinte años. La realidad es que si hubiéramos prestado atención al buen pastor de relojes derretidos la multitud desnuda se hubiese agrupado frente a un gran televisor, sin ropa, comida y vivienda para ver jugar a los hombres con una pelota y dar palmas y beber cerveza, apoyada en no sé qué lugar de la tierra.

Viva el fútbol, y viva el futurismo.

En realidad es todo una broma, simplemente quise recalcar que no es lo mismo pronunciar el nombre de Dios en mayúsculas que hacerlo en minúsculas, Munir. Tal vez podamos establecer una más que probable pronunciación, aunque sea de mierda. ¡Ah! Y el futurismo no existe. Ni el fútbol. Son los medios de comunicación. Es Dalí. Digo Gala. Es Víctor, es el puto oráculo de Delfos. Es Nietzche cuando dios le deja. Es Dios. dios.

Futurismo

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