Feijoo me mola.

Abre la carpeta y saca unas hojas recicladas. Lee que el sarcófago de los hombres muertos es el estómago de los vivos y a continuación se levanta a la estantería del Siglo de Oro y se come una página de un libro, que no, que no me acuerdo, de Roberto Arlt y vomita a Ricardo Piglia. Parece que nada está ordenado y que algunos siguen como siempre viviendo sin ningún tipo de yo que sé, entusiasmo, por decir algo.

De camino a la facultad me detengo sin pensar en que voy conduciendo y por eso me pita un descastado que interiormente piensa, quién cojones le ha dado a esta niña el carné de conducir. Por eso luego, cuando llevo a Lola a una parada de autobús me dice que deje de leer, que nos matamos y yo pienso, que estoy pensando. Se nos obliga a pensar y a estar continuamente, yo pienso que, él piensa qué, Quevedo decía que y por eso debo aprendérmelo como el Rosario. Mejor aprende lo que un chavo ha querido que el resto pensemos sobre Quevedo he dicho, pero pudiera ser sobre Alberti, Bécquer o aquella chica que le da golpes a un balón en Preciados, que también es poesía. Pues la realidad es que hay que rebelarse siendo decentes con los docentes y sin destruir términos de ayer y hoy -no diré antiguos- que nos vertebren para evitarnos matar a la mala bestia de cuatro cabezas que escupen muchos que se dicen poetas, porque esos no lo son. Otra cosa es el evitar llamar a las cosas por su nombre o tratar de disfrazarlas, que por ahí no paso, y no señor. Algunos se llaman académicos, eruditos, yo estudiante, y el resto tiran de la cadena. Quiero pedir una enseñanza libre con vida y no tanta sabiduría cara pudiendo elegir la barata de los manuales de SM. No me parece nada práctico el método a cajón volado, te lo aprendres o verás o el ya mítico nos vemos en la extraordinaria, temor de jóvenes y viejos jóvenes. En realidad vivir al rojo vivo es mucho mejor porque nos mantenemos calientes con esa rabia que sólo un alguien de esta edad puede tener y que debemos apresurarnos a encauzar y proyectar en algo de provecho antes de que este maldito año se acabe y nos pille otra vez borrachos marcando el móvil de alguien a quien, conscientemente, no queremos llamar, ¿Verdad?

Y como es lunes no sé qué más decir. Que prefiero que un profesor me enseñe sabiéndome estúpida pero sonriendo a que me mire pensando que no sé pensar lo que ha escrito en un manual o lo que ha vomitado en su tesis.

Adiós amigos.

Sí. O sea, básicamente quiero protestar. Otra cosa que digo es: No seré yo quien ponga en jaque todo ese saber citar bibliografía que sale de nuestra boca como peces que saltan contracorriente, como si nuestras almas fuesen almacenes de documentación. Queda hecha la nota formal o queja.

¡Quijadas!

Andrea

Ok9

Supongo que mañana me veré en condiciones como para hablar de la poesía de Antonio Machado, que me está gustando mucho, otra obviedad.

***