(Tachón, reescribo sobre algo de “esta mañana yo…”bla, bla, bla. He dejado de escribir porque no funcionaba. Lo he retomado horas más tarde).
Lejos, en el centro, de la tierra, las raíces del amor, quedarán.
Flaca, Andrés Calamaro.
Al abrir lo ojos me he dicho “hoy ya no será más hoy”, es decir, el hecho de abandonar de forma definitiva los tirantes me ha hecho esconder mi presuntuosa sensualidad que nunca, nunca jamás, pecó de promiscua, pese a intentos infructuosos y poco acertados. ¿Habrá vida más allá de estos jerséis opacos? Al incorporarme en la cama he mirado el reloj con poco convencimiento, pensando “las siete lo serás tú, precioso”, y me he sumergido en el nórdico tratando de acomodarme como si fuese un vagón del Orient Express. He girado la cara hacia la pared. El resultado ha sido poco esperanzador, goutte o gouttelette que es “gota” o “gotita”, según Wikipedia. Morado. He acercado la punta de mi nariz. Y tenía frío.
Con desdén (fingido) he tomado lo que parecía ser una piel de oso de mi armario y he salido a la calle. Al llegar al semáforo de la esquina he puesto a los Beach boys en el reproductor de música. El otro día me dijeron “los jóvenes de hoy, no escuchéis a los clásicos”. El corte parece que es tan sólo superficial. Por lo tanto, no era esa sensación, sino otra, la de sentirse fuera de juego. Por eso cuando te he oído contar, que vas a pescar a San Juan y que una persona te llamó la atención por coger pulpos con la mano, me imaginé unos pobres tentáculos alrededor de tus dedos, enroscándose como anillos de pirata, y adhiriéndose a tu piel como diciéndote: “A auga todo o lava, agás a mala fada”.
Y todo este lío por preguntar a un chiquillo de doce años y trescientos cincuenta y tres días (quiere ser matemático, como Stephen Hopkins (¿Hawking? No sé) ) por el concepto de “amenazar” y su consiguiente explicación a su compañero oriental, mientras pensaba en que los animales de cada año tan sólo se repiten cada doce.

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