Muerte número tres.

Veréis. Últimamente. Yo.
Veréis, últimamente yo no me encuentro bien. Siempre que llego al portal de casa de mis padres, siento que el mundo se para y yo sigo en movimiento contemplando una serie de acontecimientos pues que no. Que no me corresponden y tampoco me representan. A nadie le gusta meterse en conversaciones ajenas ni anejas. Anejo el vino, el ron y alguna carta de algún que otro amante en la mesilla. Es que una vez estuve con un tío bastante cursi, la verdad. Y yo le dije que a mí Bécquer pues que un poco de repelús, tanta flor, tanta flor. ¡Al convento hombre, al convento! Satanás…

– Cuando no se puede no se puede.
– Y tanto, menos mal que lo dices.
– Nos días.
– Hombre, la hija de Isabel.
– Sí bueno…
– Pero qué crecida estás
– Ya tengo veintiséis años…
– Ya, ya
– Y qué estudiaste al final
– Filología hispánica
– Ay pobre, y vienes a casa de tus padres a vivir y a que te echen una mano, ¿no?
– Pues no la verdad es que me va bien, tengo casa propia y trabajo.
– Pues hija, ponle un par de velas al santo, porque mi sobrino estudio lo mismo y lleva desde que salió sin trabajo.
– Me importa una mierda
– ¿Qué dices?
– Que hay que ver cómo el tiempo se estropea
– Desde luego
– Quizá es porque no se ha movido lo suficiente, no ha opositado, no ha pensado en irse a enseñar fuera del país…
– Ya, ya la verdad es que no ha hecho nada de eso
– Pues entonces qué, de qué se lamenta.
– Pues ha venido la ambulancia hoy
– ¿Ah sí?
– Sí
– Entiendo…
– Luis le ha metido una puñalada por la espalda a Cristina
– ¿Queeeeeeé?
– Los del noveno.
– ¿Y cómo ha ocurrido?
– Pues el marido, que se cansó de ese maldito reloj de cuco que tienen en el salón. Que le volvía loco, que no le gustaba, y ella erre que erre que si era herencia de no se quien, que si dentro de unos años se revalorizaría mucho, que si en caso de necesidad que si tal y cual. Él trabaja en su tesis y no lo resistió más. Con un cúter, ala, sin ningún remordimiento. ¡Para que vuelvas a piar y a sonar y a molestarme! Se volvió loco. Pobre Cristina, las cosas del amor, la vida, la herencia, ¡el maldito dinero!
– ¿ Y cómo saben ustedes todo eso?
– Eh… pues… nos lo han contado.
– ¿Ah sí? ¿Quién?
– Pues ya sabes hija, las cosas que se cuentan, al final todo se sabe.

Pensé en Cristina, esa maldita que tiraba canicas cuando yo dormía y sonaban fuerte en el techo de mi cuarto. Tacones a las cuatro y media. Cenas familiares a las cinco de la mañana, moviendo todos los muebles del salón. Esa manía de tirar de la cadena a las dos y pico de la mañana. Ese maldito reloj que me hizo preguntarle a mi madre si teníamos algún campanario cerca de casa. Siempre marcando las horas. »Mamá, para qué voy a comprarme un despertador pop en Ikea si tengo el pitido ese insoportable cada media hora? Pues la verdad es que llevas razón». A mí el marido y la tesis me dan igual.

– ¿Y el niño?
– ¡Uy! Y el pobre Carlos ha tenido que limpiar todo el descansillo, lleno de sangre, arazaños en la puerta, la pobre agonizando…
– Entonces, ¿murió o no?
– No, no está ingresada muy grave, consiguió coger la impresora y tirársela a la cabeza al marido, que se quedó inconsciente. El niño llamó a su abuela, que llamó al número de emergencias, vino la policía y se armó un Cristo de muy señor mío. Dijeron que eran »pequeños problemillas de convivencia» pero vamos, que unas veces se quieren y otras se matan, porque vaya gritos verdad Maribel.
– Totalmente, qué poco pudor…
– Entonces, ¿e niño?
– Con la abuela. Les hemos visto antes, nos ha sacado la lengua. Pobrecito, vaya ambiente.
– Mira, si tienes tiempo, baja por la escalera que da a la piscina en lugar de ir por la escalera de servicio. Abres la puerta y ves al muerto.
– ¿Al final alguien ha muerto?

Cuando abrí la puerta me esperaba algo mínimo de la factoria Manson.
Un enorme reloj de cuco, que no era un cuco sino un cuervo negro, de metacrilato y madera astillada y fea, hacía de algombra sobre las baldosas de granito blancas que se llenan de babosas y cucarachas en verano con el calor.

AToribio.

Adriana Lestido (3)

Foto de Adriana Lestido, El País.

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